Se casaron y vivieron felices para siempre. De este modo termina todo cuento de hadas que se respete, pero ¿es así en la vida real? Actualmente vivimos en una época en donde es cada vez más difícil vivir juntos, enamorados y con equilibrio. Parece que el mayor mal no es ya la infidelidad, sino el llamado síndrome de compañeros de piso.

Este síndrome se trata de parejas que no necesariamente tengan una mala relación, pero en la medida que avanza el tiempo van alejándose de la intimidad y de la vida sexual, cuentan con una vida cotidiana similar pero tienen dudas con respecto a si realmente son pareja.

Las parejas con ”síndrome” de los compañeros de piso tienen muy poco sexo o intimidad; comparten casa, cama, coche, vida social e incluso hasta los hijos, pero, a pesar  de compartir tiempo y espacio, cada día que pasa aumenta la distancia física y emocional porque la práctica sexual prácticamente desaparece.

Esto no es un suceso que se presente de un día para otro, si no que se debe a esto se debe a pequeñas situaciones cotidianas que poco a poco van alimentando esta situación, entre estas se encuentran:

Cada una de estas situaciones contribuyen a desconectarte de tu pareja sin darte cuenta. Llevan una vida a dos sin compartir nada, excepto el espacio vital de la casa. Viven dos vidas paralelas, realizan actividades individuales sin implicar al cónyuge, no hablan ya de temas profundos y, sobre todo, no se preocupan el uno del otro; comen en silencio, no se cuentan las jornadas y nunca se preguntan cómo se sienten realmente. Los escasos diálogos, centrados en temas organizativos, terminan en discusiones, incluso sobre pequeñas cosas, ni siquiera son capaces de mirarse a los ojos.

¡Cuántas historias como esta! Historias de matrimonios heridos, agotados, agonizantes, que indican la incapacidad de los cónyuges para dar el salto desde el amor a la comunión que dura toda la vida. 

Más vale prevenir que curar. Si sientes que tu y tu cónyuge están experimentando o pasando por una situación como esta, no dejes que pase más tiempo, es fundamental reconocer los primeros síntomas y actuar de modo oportuno y decidido, sin perder la esperanza de dar nueva vida a la pareja, luchando contra cualquier tentación de desánimo y abandono.

¿En qué casos convendría acudir a terapia sexual?

Siempre que la vivencia o expresión de la sexualidad nos impidan, por cualquier motivo, disfrutarla libremente y de forma saludable. Ahora, la terapia sexual no hay que entenderla únicamente como reparadora, sino también como una herramienta que es capaz de poner en valor la sexualidad, el placer, las emociones, la comunicación… e incluso nuestra autoestima o habilidades sociales más adecuadas.